Ballastexistenzen es el término, ideado por el medico alemán Alfred Hoche en los años 20 del siglo pasado, que servía para definir aquellas vidas que eran consideradas indignas e inútiles para el estado y que validaba, desde el punto de vista moral, la eutanasia y los procesos de esterilización. El régimen nacionalsocialista sustituyó el término Ballastexistenzen y otras acepciones de origen médico por “asocial”, que englobaba a personas de colectivos marginados: ladrones de poca monta, mendigos, alcohólicos, prostitutas y todos aquellos que no encajaban en el ideario de la Volksgemeinschaft o comunidad del pueblo. Los "asociales" fueron los primeros, junto a los presos políticos, en ser aislados en régimen de custodia preventiva en los llamados campos de concentración. Sachsenhausen fue un campo inaugurado en verano de 1936 en la localidad de Oranienburg, a treinta kilómetros de Berlín. El arquitecto Bernhard Kuiper diseñó un recinto panóptico -con planta en forma de triangulo equilátero- que debía servir como modelo para el resto de los campos. En 1938 se produjeron los primeros fallecimientos en masa de prisioneros, el 80 por ciento pertenecía al grupo "asocial".

Felipe Talo comienza a investigar y guiar en el Memorial de Sachsenhausen en 2013. Desde entonces se interesa por este grupo históricamente estigmatizado, que aún hoy perpetúa su condición invisible al no tener un memorial propio y que lo reconozca como un colectivo víctima del nazismo. La palabra estigma, de origen griego, se refiere a una marca hecha en el cuerpo con un hierro candente como señal de esclavitud o de infamia. Este concepto, en la cultura europea, está en los orígenes de una forma de iconografía subversiva: el tatuaje. En 1940, Erich Wagner, un joven médico de las SS, fotografió a 800 presos tatuados del campo de concentración de Buchenwald para su tesis, titulada Ein Beitrag zur Tatöwieringsfrage. Esta pretendía servir como estadística para el estudio del ideario criminológico de su tiempo, que vinculaba el tatuaje con seres biológicamente degenerados. Al terminar la guerra, Gustav Wegerer, prisionero e ingeniero químico ayudante de Wagner, declaró que los tatuados eran eliminados tras ser entrevistados y fotografiados. Wagner, en contra de su voluntad, nos deja un documento en el cual recoge una memoria invisible, frágil y quebradiza. Diseños ornamentales y simbólicos que nos interpelan desde el pasado sobre la naturaleza de las malas formas.

Talo propone una instalación donde los materiales crean una tensión de principios opuestos: pureza/deshecho, razón/caos, número y piel. El diseño triangular de Sachsenhausen es invertido por Talo, para contarnos la historia de estas Ballastexistenzen, subvirtiendo las formas de la represión, con piel, tinta y hierro candente.